viernes, agosto 06, 2010

Travesía de verano MMX - 2



El amanecer en Marina Miramar es estupendo. Siempre lo es.

Largamos amarras temprano, para que nos dé tiempo a ir a la playa por la tarde en Alicante. Tenemos previsto pasar un par de días para disfrutar de la ciudad.

Salimos con un viento de proa que, hasta librar el Cabo, nos obliga a hacer un par de bordos. En uno de ellos, sufrimos la primera de las dos pérdidas de la travesía: una de las manivelas de los winches acabó en el agua. Es amarilla y de plástico, con el mango azul, por si alguien la encuentra ;-)

La vista de la Isla de Tabarca nos trae los buenos recuerdos de la última travesía de Semana Santa.

Con un través llegamos a la bocana del puerto de Alicante. Cuando estuvimos la última vez, el año pasado, un amigo nos dijo que nos habíamos equivocado eligiendo el RCR de Alicante y nos sugería, para la próxima, ir a la Marina de Alicante. Así lo hacemos: pedimos amarre y nos dicen que, antes de nada, hay que abarloarse al muelle de espera y hacer papeles. Nos indican el punto que deberemos ocupar y nos dirigimos hacia él.

Para nuestra sorpresa, todos los pantalanes son flotantes y chirrían por todas partes. Entre esto y la cercanía de los locales de copas, intuimos que la noche será larga. Al menos, estamos más cerca de la playa que en el RCR. Algo es algo.

Cogemos bocatas para comer y, sombrilla en ristre, nos encaminamos hacia la playa de El Postiguet. Como siempre, estaba llena de gente y con olas, lo que hace la delicia de chicos y grandes. Es una playa divertida, la verdad.

A la vuelta nos pegamos una ducha y nos preguntamos qué razones habría para recomendarnos este puerto. Las duchas son muy escasas para la demanda que hay. Lo hacemos saber en la oficina del puerto y nos dicen que hay otras cuyo acceso es mediante llave codificada que, si queremos, y que podemos usarlas previo pago de la fianza. Lo hacemos y algo mejora, pero no lo suficiente como para recomendar el puerto.

La chica de la oficina, además, muy amablemente nos comenta que el punto que nos han concedido es el más ruidoso del puerto ("y ya es decir" pienso para mis adentros) y nos sugiere cambiarnos, cosa que le agradecemos. Aunque ya estábamos duchados y "guapos" (dentro de los límites obvios), nos dedicamos a cambiar el barco.

Un poco mejora pero, la verdad, eso de pantalanes flotantes, con el levante que se estaba levantando (valga la rebuznancia), hace que el barco se mueva mucho. El acceso al velero se hace mediante finger, pero yo sigo prefiriendo cómo sujeta un buen muerto a proa.

Suerte que somos de "buen dormir", porque el chunda chunda de la noche termina pasadas las 6 de la mañana.

La peque decide dormir de nuevo con su hermana, aunque rezongando.

Y así lo vio la narradora de excepción: